Málaga volvió a sacar su perfil más colonial para encarnar en la pantalla un país sudamericano en la producción inglesa Al final de la noche, que trajo a las estrellas David Niven y Leslie Caron. El popular hotel Miramar volvió a ejercer de cuartel general para esta película cuyo argumento remitía directamente al estallido de la revolución cubana en la Nochevieja de 1959. Tribulación es el nombre de este país imaginario y no estaba escogido al azar ya que su significado es «adversidad». Para ambientar el golpe de estado se utilizó un triángulo de localizaciones muy cercanas y visitables: la plaza del Obispo, donde se rodaron tiroteos y se situaba el palacio presidencial; la catedral de Málaga, con asesinato incluido en la propia escalinata del templo, y el Palacio de la Aduana -hoy Museo de Bellas Artes-, donde era aclamado el nuevo dictador. La cinta la dirigió Anthony Asquith, un aristócrata inglés que dejó huella en Málaga ya que se movía por la ciudad con un Rolls Royce y siempre iba acompañado de un mono en el rodaje que le hacía compañía.