¿Qué ocurriría si colocásemos micrófonos en la mesa de una cafetería del centro de una ciudad? ¿Y operadores de cámaras ocultos rodeándola? ¿Y si lo hiciésemos durante varios meses? ¿Obtendríamos un reflejo de su sociedad? ¿De las inquietudes que las asaltan, que nos asaltan? ¿Para qué quedamos con alguien para tomar un café? ¿Para compartir nuestras vidas? ¿O los fragmentos de ellas que nos interesa contar? Vidas dispares. Conversaciones simples, o complejas, o profundas, o livianas. Conversaciones robadas, a vuelapluma.
Decía Stendhal que la novela es un espejo que ponemos en el camino. CONVERSACIONES AJENAS es el espejo que ponemos frente a la sociedad andaluza, frente al espectador. Un espejo en el que el espectador pueda mirarse sin tener que esperar la devolución de su mirada. ¿O quizás sí? O simplemente un ejercicio de voyeurismo, del placer de ser espectador de otras vidas.